viernes, 8 de noviembre de 2019

EL VIEJO Y EL DOCTORCITO

(Narrativa de Huariaquita - Pasco)
Se dice que la salud física es la clave más importante para el cuerpo humano, porque es el soporte de la acción intelectual creativa y dinámica, ya que la mente y el cuerpo están relacionados, cuando uno sufre, el otro también.
Además, la mente tiene una gran influencia sobre el cuerpo y las enfermedades a menudo tienen su origen allí. Por eso, hoy la autoestima y mentalidad positiva, son las esencias para el bienestar, como las llantas para un vehículo. El quererse es fundamento para la salud física, mental y para la felicidad.
Tayta Emiliano Campos Y Sosa, hace unos diez años que dejó el trabajo en la mina, debido a que una tos seca lo aquejaba, su respiración era anhelosa y difícil, ese terrible espasmo, le daba una sensación de ahogo y ruidos sibilantes en el pecho. Su vida ya no era vida, el hombre ya estaba resignado a morir en su Huariaca, porque cada noche no lo dejaba dormir la tos y se había convertido en un martirio para su esposa e hijos.
Al ver el sufrimiento de tayta Emiliano, sus vecinos caritativos del barrio Vista Alegre se juntaron y acordaron apoyarlo, el presidente del vecindario don Yván Solano Vera, fiel a su estilo le dijo: —Mi buen vecino, la idea más valiosa frente a tu enfermedad, es que nunca pierdas la fe de sanarte y que vayas cuanto antes a una clínica u hospital de la ciudad de Huánuco. —Para eso, le facilitó un monto de dinero que le dieron todos los buenos vecinos.
Por azares del destino, también se apareció la monjita Flor de María Salcedo Ramírez, quien era la más viejita y furibunda de la iglesia de Huariaca, pero fiel a su estilo le dijo:
—Emilianito, no te asustes, no decaigas, Dios y todos los que te queremos estamos a tu lado para ayudarte a superar el mal que tienes. Se fuerte y aguanta porque pronto habrá pasado todo lo malo.
Dicen que el amor es la mejor medicina para combatir cualquier enfermedad. Todos los que te amamos te decimos que no vayas a la farmacia porque con la medicina que tienes a tu alrededor vas a recuperar tu salud, sin ningún problema. Que nada te asuste, que nada te espante, todo pasa, Dios no te abandonará. La paciencia todo lo vence. Quien a Dios tiene nada le falta.
Quiero que sepas, que como siempre, en estos momentos difíciles de tu vida, voy a estar a tu lado para ayudarte en todo lo que necesites.
De la misma forma, por allí se apareció el pastor de la Iglesia Evangélica “Unidos Hasta la Muerte” don Julio Chaparro Sotomayor le dijo: —Hermano en Cristo, en la vida, solo vale la salud, esta vez si la ciencia médica no encuentra cura para tu mal, entonces Dios tiene un propósito para ti, él es bueno y estoy seguro que te va sanar. Mira, cómo Dios me rescató de las garras del demonio y me puso a ser pastor de ovejas, yo era un hombre perdido en este mundo, pero Dios me levantó y aquí me tiene sirviéndolo.
Cuando lo veas todo negro y estés bajo de moral, recuerda que mi apoyo y sonrisa siempre estarán ahí para animarte, vamos a superarlo todo juntos. El peor miedo que existe es el que no estás dispuesto a superar, ponte cara a cara con tus miedos, afrontarlos es el primer paso para superarlos, mi hermano Emiliano.
Mientras le aconsejaban los buenos vecinos, llegó don Genaro Cabrera Santillán, después de escucharlos un rato, las predicas de los dos religiosos le dijo:
—Tío, esos tipos no saben nada, cojudeces nomás te han dicho. Dicen estar contigo y que te van apoyar, pero ni una moneda oxidada siquiera te dan, más bien estarán buscando alguna herencia que los dejas. Ya se habrán enterado que tienes pepitas de oro en tu cabecera o que tus llamas están aumentando en Cuyuma, por eso, están que te ponen sus caritas de buenos y sus corazones de santos.
Es mejor que vayas a Lima, sin hacer caso a nadie, allí están los mejores médicos. Además, tienes que ser fuerte, con mucho coraje, valentía y haga un esfuerzo por volver a levantarte, si Dios ateo te quitó las extremidades, la madre naturaleza te dará alas para que vuelas muy alto, pero para eso, aprende a amarte tal como eres, deja de quejarte y ya no te destruyas más. Si caes cien mil veces, levántate un millón de veces, esas caídas del ayer que te sirvan de sabiduría para que hoy inicies a construir un castillo de éxitos en tu vida.
No permitas que nada y nadie te lastimen, te hiera o te quiebre con sus comentarios, quiero que te des cuenta lo mucho que vales, que cuando sonrías, que sea con sinceridad y dulzura. ¡Eso quiero para ti… mi tiuco!
—¡Aumy tayta¡ Chaynu kaptin, noga juklla jampikushami.
Frente al apoyo y muestra solidaria, Emiliano decidió viajar un día lunes a Huánuco y en su mente vivía la frase: “soy lo que pienso, si pienso en negativo, tendré una vida negativa”. Y en su corazón latía el ideal, mi estima no puede ser verificada por los demás. Yo no valgo porque ellos dicen que es así. No puedo depender de los demás para valorarme, de ser así, esa valorización estará hecha por los demás y no por lo que yo soy aquel huariaqueño valiente.
El día lunes, a eso de las siete de la mañana, ya estaba en la ciudad de Huánuco, preguntando a la gente, cuál de las clínicas u hospitales era el mejor en temas relacionados a enfermedades respiratorias y bronquiales.
Una señora vestida de blanco, cual un ángel bajado del cielo, antes de recomendarlo, le dijo:
—Mi buen amigo, los medicamentos no siempre son necesarios para el cuerpo, la creencia en la recuperación siempre lo es todo. La medina solo te mantendrá en buen estado de ánimo, mientras la naturaleza en base a tu fe, es lo que te va curar. —Luego le preguntó:
—¿Usted de dónde es y en qué trabaja?
—Yo soy de Huariaca y trabajé hace diez años en la mina de Cerro de Pasco. —Contestó presuroso el hombre
—Entonces, usted tiene que ir al Instituto Peruano de Seguridad Social (IPSS) que se encuentra en Amarilis, allí le atenderán como se merece.
—Mamita a ese lugar no voy ni a palos, en ese IPSS solo me dan Antalgina y Cheracol, ya me cansé de tomar esas pastillas y no me calma la tos, que por ratos ya me quiere matar. Esas pastillas están hechas de yeso y tiza, por eso, no curan ninguna enfermedad.
Esos médicos no entienden nada del cuerpo humano, son unos vagos perfectos, sabiendo que la naturaleza y el cielo, son los que curan, estos mendigos son los primeros en estirar las manos para cobrar por su sonrisa hipócrita. Aunque no hay nada de alivio en el cuerpo del enfermo.
—Se da cuenta mi estimado, usted está buscando un médico sin tener la voluntad de curarse, lo que está haciendo es como buscar un oasis en medio del desierto. Cuando las cosas no te salen bien, debes poner de tu parte para que la naturaleza te ayude.
Tu idea se puede considerar como una ilusión hasta que dicha idea se convierte en tu realidad.
Si no quieres ir al IPSS, entonces te pido que te memorices esta frase: “si crees que puedes tenerlo, ya lo tienes”, ya que los curanderos folclóricos pueden lograr sanar más personas por medio de la fe, que los médicos y la ciencia. —Dicho esto, le ayudó a tomar un vehículo y le indicó para que lo lleve directo a la Clínica “Vamos al Cielo”.
Cuando llegó a aquella clínica, no había ni un paciente y ni era tan bonito en su interior. Al ver la presencia de un hombre, salió de un cuarto el único médico cirujano que tenía esa clínica.
—¡Buen día papá! ¿Aquí pueden expulsar la tos de mi cuerpo? —Interrogó Emiliano.
—¡Sí señor! ¡Aquí se cura de todo! También se manda a la gloria y si es necesario lo enviamos al infierno y sin retorno. —Le dijo el médico. Ya que este médico era del Callao y recién una semana estaba trabajando en aquella clínica, era su primera experiencia, por eso, todo lo tomaba a la ligera y en sus comentarios a veces era sarcástico y muy bromista.
—Señor, el médico de calidad trata la enfermedad, el gran médico, así como yo, trata al paciente con cariño, diagnosticándole si va vivir o morir.
—Tayta, ya varios años estoy mal, no me pasa la tos, he recorrido varios hospitales y lugares, pero ningún médico puede curarme. Solo dinero quieren, sino hay dinero nadie quiere atenderme y ni mirarme, pero si tengo dinero, todos me sonríen, me palmean el hombro, me dan su tarjeta y hasta me dicen que vaya a su clínica.
—Haber viejo, vamos a examinarte, siéntase en la silla sino estás apurado. Antes de esto, debes saber que invertir en tu salud, producirá enormes beneficios, no hay mejor inversión que invertir en tu cuerpo.
Tu cuerpo es la mayor posesión que tienes, es tu alegría y tu mayor tesoro. Por eso, mi chequeo te va costar diez mil intis, si se trata de tu cuerpo, para ti debe ser una bicoca.
—Está bien doctorcito, aquí tengo dinero para pagarlo, sé que usted me va sanar.
—Excelente tu ideal, la confianza es el mayor amigo, la esperanza y el sueño, es lo que te mantienen vivo.
Tu autoestima y fe son vitales para que te empoderes frente a la vida y venzas a toda enfermedad.
Tu mentalidad optimista será tu mejor estimulante, hoy te convertirás en el fruto de tus pensamientos. Sin que lo sepas tú, un ejército de energías trabajará en bien de tu salud, si tienes mucha fe en mis manos y palabras.
Luego de darlo un pequeño sermón, sacó el Estetoscopio y lo examinó.
Cuando en el paciente hay signos graves y está condenado a morir, el silencio es el grito más fuerte.
Después de un silencio eterno y melancólico, habló el médico:
—¡Viejo! Lo que te voy a decir, es algo serio, tú ya estás jodido, en fin, como ya has vivido y gozado de todo, es mejor que descansas.
Usted se me vuelve a su pueblo y allí que te coman los perros, porque ya no hay cura para ti.
—¡Haya papá! Entonces voy comer berros.
—¡Sí viejo! Que te merienden los perros. La medicina solo puede curar las enfermedades curables. No pierdas tu tiempo con lo que no merece la pena, vuelve a tu casa y Satanás con su micro ya cualquier día te va llevar.
—¡Qué bien papá! Entonces voy comer berros en mi casa y mi compadre Jonás Mirko Mayta Chamorro me va llevar berros.
El hombre por la misma circunstancia de su edad y por hablar Runashimi como lengua materna, no lo escuchó bien y ni lo entendió al médico, por consiguiente, interpretó mal el mensaje.
—Aquí tiene el dinero por su recomendación. —Le dijo.
—No te preocupes viejo, anda nomás, guarda ese dinero para tu muerte.
Ya tú sabes que mis palabras son una medicina para tu alma que sufre. Yo como médico te recomiendo y el curarte o no, es cuenta tuya, pero como te veo ya es difícil que te sanes.
—¡Gracias papito lindo! Voy rogar a Dios para que te ayude en todo.
Cuando llegó a Huariaca, le dijo a su señora:
—Chacuan Carilina Rosario Prado, el médico me recomendó que coma todos los días berros, dice que esa planta va curar mi enfermedad. Hasta me dijo que tayta Jonás me va traer los berros, creo que se conocen. ¿No sabes Carilina? El doctorcito era muy bueno, no me cobró nada y más bien me dijo, que guarde la platita para la vuelta.
Él me dijo que la medicina cura, la naturaleza sana y si aprendo a sobrellevar este mal, que algún día seré más fuerte.
—Chaymi jampi kaptin, chaurasga wara tulla aywashami tayta jonásman, payllata paytakushun, apapamanamchipa washa Yanahuanca marcapita, chaychumi chay guewa pukiokunachu y gochakunachu kikillan yuricun.
Apenas estaba amaneció, fue en su compadre Jonás para suplicarlo que lo traiga esa planta llamado berro.
El compadre Jonás por verlo sano a tayta Emiliano, fue a buscar la planta del berro hasta Yanahuanca y mientras viajaba iba pensando: que por cada enfermedad del hombre crecen miles de plantas medicinales en el mundo, que se convierten en medicina y alimento de los inteligentes, ya que la sabiduría y salud se encuentra en la naturaleza y no en los laboratorios y hospitales.
Es así, que tayta Emiliano, inició a comer abundantes berros en ayunas, ya para los dos meses y media, estaba sano y ni tosía.
Este hombre depositó su fe ciega más que en el médico en la planta del berro.
Emiliano al sentirse ya aliviado, un día le dijo a su señora:
—Hija, ese médico que me recetó para comer berros, es un gran doctor e hijo amado de los Apus y Jirkas. Que nadie me sanaba, él con recetarme para comer berros en dos meses me tiene sanito y moviendo la colita, con ganas de darlo una trompada al vecino Manuel Hinostroza Huaman. Te acuerdas chacuan, él se reía al verme toser. Hoy quiero demostrarlo quien tiene el puño de acero inoxidable.
—¿Imapa chay runata maganki? Makikipis chaychumy ganrakunga.
—Entonces hay que degollar el chancho y haremos una pachamanca, tengo que ir a agradecerlo a ese doctorcito.

Al tercer día, Emiliano ya estaba listo con su equipaje, en donde contenía dos piernas de chancho ya hecho pachamanca, charqui de llama y 10 kilos de maíz de cancha.
A eso de las diez de la mañana, estaba parado en la sala de espera de aquella clínica llamado “Vamos al Cielo”, ahora ya no solo estaba el doctor, sino había varias personas esperando y una recepcionista muy hermosa y con elegancia vestida.
Presurosa y muy atenta se adelantó, le extendió la mano y le dijo:
—¡Sí señor! Reciba un buen día ¿en qué le puedo servir? Soy la Licenciada Dora Pio Guerra.
—Mamita linda. ¿No sé, si encontrará el doctorcito? He venido a agradecerlo. Ese hombre me trató como a un hijo, sus diagnósticos y la cura fueron real y efectivos, pero lo que me animó más, fue el hecho de que me recetó una planta que terminó con mi mal.
—¿Cómo se llamaba el médico?
—No recuerdo su nombre, pero él era un jovencito blancón y con pelo medio larguito.
—Si era joven, debe ser el médico neumólogo Osler Plinio Muñoz Castro.
—Ese Pipinio Muñaz, ese mismo es el doctorcito sanador. —dijo en su entender.
—Él sí se encuentra, pero tendrá que esperarlo un rato, porque está atendiendo a sus pacientes.
—No hay problemas mamita linda, yo lo esperaré.
Al escuchar que venía a agradecerlo a Osler, la recepcionista se quedó pensativa y se preguntaba. Si los demás médicos dicen que Osler no sabe nada y que está en la luna, ¿qué raro que viene este señor a agradecerlo?
A los que se creen buenos y hasta la gente que los buscan cuando están enfermos, nadie los viene a agradecer cuando se sanan.
Casi esperó una hora, hasta que llegó su turno.
Apenas ingresó, cual un niño se arrodilló delante del médico y tomando sus manos lo besó.
—Gracias mi doctorcito, usted me sanó y por eso vine a agradecerte. Ese blanco ropaje que llevas puesto, te hace ver como a un ángel que salva personas de las enfermedades más malignas. Si todos los doctores fueran como usted, estoy seguro que no habría enfermos en el mundo.
—¡Oh qué bien señor! ¿De qué usted estaba enfermo? ¿Y cuándo vino?
—Yo vine enfermo con la tos. Ya hace tres meses que lo visité. Allí usted me recomendó que coma berros y que debe traer mi compadre Jonás Mirko, apenas llegué a Huariaca, mandé a traer y comí todos los días, ahora ya estoy sano.
Ya el médico ni se recordaba de aquel paciente que lo mandó a morirse. Cuando le refrescó la mente logró recordarse y en su mente dijo:
—Por la Santa Cachucha, a este viejo yo le dije que se lo coman los perros y que Satanás se lo va llevar en su micro, en ningún momento le recomendé que coma berros traído por ese tartufo de Jonás Mirko.
Gracias más bien a ti por recordarte que te recomendé la mejor medicina contra la tos.
—¡Sí papá! Por eso, te traje en señal de agradecimiento estos regalitos y espero que le gusta.
No confiaba en los doctores, pero usted me hizo ver lo importante que es mi vida. Me salvó de una penosa enfermedad y no tengo cómo agradecérselo.
Usted es el héroe que salvó mi vida, no podré nunca expresarle qué tan feliz estoy de haberlo tenido como mi doctor y que me haya recetado el remedio exacto.
Desató su mantita y le entregó todo lo que llevó. El médico no sabía ni como disimular su incomodidad, por haberlo mandado a la muerte y que ese sujeto ahora lo estaba agradeciendo por lo recetado y viéndolo como a un ángel.


Autor: Calderón Jara Enoch 
Docente de Comunicación del IESTP "Alfred Nobel"